En la práctica clínica utilizamos el término «rehabilitación» no solo para los casos en que hay ganancias, recuperación, evolución, mejora, etc lo usamos para referirnos también al proceso de mantenimiento de la condición del paciente. Después de todo, hay situaciones de salud donde la pérdida ocurrió o es parte de un proceso en el que se perderá cada vez más, como en las enfermedades degenerativas crónicas.
¿Y cuando no hay mejora? ¿Y cuando nos encontramos, por ejemplo, a un paciente y una familia que enfrentan el proceso de la demencia de Alzheimer con todas las repercusiones que puede generar?
En este contexto, vale la pena reflexionar sobre nuestras prácticas como rehabilitadores en términos de que nuestra conducta sea más amable. Y esto puede ser válido desde el tipo de recurso que utilizamos, de las adaptaciones que hacemos hasta las pautas que damos en nuestro cuidado. El proceso de orientación de un terapeuta de rehabilitación en un cuadro de demencia también debe centrarse en la educación de la familia y del cuidador formal.
La «educación basada en la bondad y la empatía», como decidimos llamarla en esta publicación, debe centrarse mucho en las necesidades del cuidador:
– Aprender a comunicarse con la persona con demencia sin hacer de estos momentos de diálogo una serie de preguntas que se asemejan a «una prueba de memoria «(ej.: ¿cómo me llamo? ¿Recuerdas …?).
– Involucrar a la persona con demencia en las actividades diarias y de ocio dentro de las capacidades actuales y considerando sobre todo el significado de estas actividades.
– Invertir tiempo en conocer y utilizar la historia y los intereses de los ancianos en la gestión de la vida diaria.
– Ser siempre consciente de la necesidad de volver a aprender, con un terapeuta ocupacional, cómo adaptar la actividad para insertar ayudas que hagan que las actividades sean momentos de estímulo y alegría para los mayores.
Ponerse en el lugar del otro, la empatía, puede ayudar mucho a repensar los detalles del camino terapéutico. Y la amabilidad puede ser fundamental en la delicadeza de la conducción, desde la forma de recoger hasta la forma de hablar o brindar ayuda al hacer.
Es un proceso que puede parecer simple para algunos, difícil para otros o incluso innecesario para muchos, pero que ciertamente puede tener un impacto significativo en el comportamiento de la persona con demencia. Y, los cambios de comportamiento son razón de preocupación frecuente para las familias y el equipo de atención médica. ¿Lo intentamos?